
¿Cómo le hablo a mi hijo adolescente?
Planificar la llegada de un niño a la familia genera toda una movilización en la pareja repleta de dudas, incertidumbres y también de ilusiones y deseos. Se piensa en el nombre, en la ropa que se le comprará, al colegio al que asistirá, en la profesión que elegirá, entre muchas otras cosas.
Las diferentes etapas del desarrollo ilusionan, sorprenden y se viven con mucha energía y pasión por parte de la familia. Todas las etapas implican un cambio para aquella persona: de bebe a niño, de niño a adolescente, de adolescente a adulto. En combinación a estos cambios que se van produciendo en la persona a lo largo de su desarrollo, nuestra comunicación con ella va variando, se va modificando por las diferentes necesidades de independencia que este pequeño va teniendo.
Y ahora te encuentras en la etapa de la adolescencia de tu hijo y te preguntas, casi desesperadamente: Pero ¿porque no me habla como antes? ¿porque pelea tanto conmigo?, ¿porque no me cuenta sus cosas? Todas preguntas que surgen por el cambio claramente observable en el comportamiento hacia sus padres.
Llega la hora de reflexionar un poco ¿qué le pasa a mi hijo? ¿Realmente le pasa algo o estoy exagerando?
Reflexionar sobre cómo ha transcurrido nuestra propia adolescencia, nos hace recordar aquellas “travesuras” realizadas, aquellos movimientos para hacernos o sentirnos independientes de nuestros padres, aquellos descubrimientos que fuimos destapando. Tremenda etapa que a todo ser humano le corresponde pasar, algunos más tempranamente otros más tardíamente, pero con cambios, en fin, cambios radicales y notorios.
Si nos ubicamos en la lógica adolescente, de modo superficial, podemos describir la necesidad de diferenciarse de otros con la paradójica posición de sostener conductas calcadas de su grupo de pares del que se sienten parte. Aquella necesidad de “ser parte de” es vital, sobre todo para formar su personalidad, y con la necesidad de diferenciarse de algún modo de sus padres. Esa sensación de rebeldía de ocultar, mentir y “no contar todo” a los padres, se siente esencial para la psiquis del adolescente para la salida exogámica natural.
A veces necesitan forzar aquella separación con conductas disruptivas, mostrando que tienen un modo singular de pensar, de hacer las cosas y de moverse en el mundo. Dependiendo el tipo de vínculo con los padres, (que puede ser variado y tener sus diferencias entre la madre y el padre), el choque de diferencias se hará más presente, será más conflictivo o revolucionario.
Se avecinan muchos cambios
Son muchos los movimientos subjetivos por los que debe atravesar el adolescente. Cambios físicos que radican en el crecimiento corporal en peso y altura, desarrollo de los órganos sexuales, aparición de caracteres sexuales secundarios y el comienzo de la capacidad reproductiva. Asimismo, acompañando lo físico, los cambios emocionales, con los que comienza una búsqueda de su propia identidad y el desarrollo de su capacidad deductiva y reflexiva. También se presenta una búsqueda de la autonomía y una necesidad clara de experimentar nuevas situaciones.
El hecho de asumir la responsabilidad de la vida adulta implica un movimiento revolucionario que debe forjarse desde cimientos firmes, singulares y duraderos. En búsqueda de aquellos, el adolescente necesita confrontar con otros y consigo mismo para establecerse como una persona integral.
La necesidad de independencia, (aunque no la tenga claramente) a veces es muy intensa. Los cambios de conductas radicales ante las sugerencias externas, sobre todo del mundo adulto, son el reflejo de esta necesidad.
Esa autonomía del pensamiento es vital para la salida exogámica. Vital porque la salud mental en el desarrollo del ser humano implica una salida lógica de la endogámica a la exogamia que nos posibilita formar nuestras propias historias singulares, por fuera del seno familiar. Marcar diferencias, en esta etapa, permite salud en los vínculos con la familia, formar la propia familia y eso desplegará la propia personalidad.
Construyamos una comunicación afectuosa y respetuosa donde el adolescente sienta que tiene un lugar para hablar y sentirse contenido y pueda consultar sin sentirse juzgado y sin que sienta que se está afectando su espacio personal que él mismo está construyendo.
Es un desafío que debemos atravesar como padres, es decir un nuevo desafío, congruente con esta nueva etapa. Esto nos invita a flexibilizar nuestra comunicación y abrir un espacio donde quede bien diferenciado el espacio de uno y otro. De este modo, ante cualquier problemática o duda que se le presente, podrá saber que tiene un espacio en donde puede sentirse seguro y acompañado.
Algunas veces es recomendable consultar a un profesional que nos guiará en la forma de abordar estas situaciones sin que ello dañe nuestro vínculo con nuestro hijo adolescentes, existen diferentes tipos de terapias que pueden ayudarnos a atravesar esa etapa de su vida de un modo más placentero y constructivo.
Recordemos que es una etapa de prueba y error para construir su propia personalidad, que lo muestran independiente y fortalecido pero que también lo muestran más vulnerable a diferentes peligros. Debemos aprender a acompañar brindando seguridad y soporte.