
Cursé mis estudios universitarios de Psicología en la Universidad de Deusto. Posteriormente, llevé a cabo el Máster en Psicología General Sanitaria en la misma universidad, el cual me habilitó para ejercer la Psicología en el ámbito privado.
Tuve la oportunidad de ampliar mis conocimientos en diversos ámbitos de la patología mental. Residencias de 3ª edad con patología orgánica, Unidades Terapéutico-Educativas de adolescentes con rasgos psicóticos, orientación psicoeducativa y familiar en colegios y trabajo psicoterapéutico de despacho (incluyendo terapias individuales, familiares y de pareja).
Mientras tanto, considero imprescindible la continuación formativa, ya que nos hallamos ante una disciplina en constante evolución y actualización. Sigo aprendiendo diferentes aplicaciones de la Psicología mediante la formación P.I.R. (Psicólogo Interno Residente) y la formación SEPYPNA (Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente).
Algunos de los aspectos clave que considero tiene mi profesión se basan en ayudar a establecer una perspectiva más global de los obstáculos de la vida, desarrollar técnicas y herramientas prácticas para poder afrontarlos y potenciar los recursos innatos que toda persona lleva consigo.
“Lo patológico no es el sufrimiento que puede experimentar una persona, sino que no le dé significado a ese sufrimiento, lo cual conduce a la desesperanza” (V. Frankl).
Carl Rogers, uno de los terapeutas y científicos más postulados de la Psicología, desarrolló y puso a prueba ciertas ideas que conducirían a la eficacia de toda psicoterapia, independientemente del tipo de sufrimiento con el que acuda el paciente.
En este sentido, rechazó la idea de una autoridad rígida por parte del terapeuta, depositando una confianza radical en el paciente, quién siempre posee la capacidad de dirigir su propia vida hacia la autorrealización, aunque en etapas de la vida no sepa cómo hacerlo.
La ideología de Rogers va mucho más allá de la psicoterapia, también afecta a los grupos, organizaciones y en general, a todo tipo de ámbitos en los que están implicadas las relaciones interpersonales, como la enseñanza, negocios, relaciones sentimentales, sociales o familiares.
Se inspira en la creencia de que todo organismo consta de una tendencia dirigida a actualizarse y desarrollar todas las potencialidades de su ser de manera innata, para ello sólo necesita las condiciones ambientales favorables.
Podríamos identificar la salud con el pleno funcionamiento y la patología con aquello que impide su desarrollo. El pleno funcionamiento psicológico se ve condicionado positivamente por tres características: la apertura a la experiencia, experimentar cada momento en el “aquí y ahora” y la confianza en el propio organismo, incluyendo mente y cuerpo.
La psicoterapia de Rogers se dirige por tanto a facilitar una imagen de sí mismo que sea congruente con su propia experiencia, restaurar la confianza en ella y movilizar la tendencia a la actualización. La terapia trata de crear un clima emocional de aceptación y comprensión, con el objetivo de que la persona se sienta plenamente segura de pensar, sentir y tomar decisiones individualmente.
El pleno funcionamiento llegaría cuando la persona utilice sus potencialidades y talentos, alcanzando un conocimiento más sincero y completo de uno mismo.
Son cuatro las tareas básicas del terapeuta para alcanzar tales metas: situar el énfasis en lo afectivo, impulsar a la persona hacia el crecimiento, enfatizar la importancia y posibilidades del presente y gestionar la relación terapéutica como experiencia de crecimiento en sí misma.
Rogers considera que existen tres actitudes terapéuticas que son imprescindibles para que una psicoterapia resulte eficaz, de forma que con que el terapeuta las pusiera en práctica de manera genuina sería suficiente para movilizar la tendencia del paciente hacia la actualización.
Por una parte, la congruencia o autenticidad. El terapeuta debe ser consciente de todos sus sentimientos y en ocasiones, estar dispuesto a expresarlos al paciente con el objetivo de establecer una relación interpersonal auténtica basada en la transparencia y sinceridad.
Por otra parte, la aceptación positiva incondicional. Es decir, que no exista ninguna condición para la aceptación del otro, interés positivo y constructivo hacia el paciente y una relación basada en un profundo respeto.
Para finalizar, la comprensión empática o empatía. Esto es, estar dispuesto y ser capaz de detectar el marco interno de referencia del paciente, tal y cómo éste lo percibe. Se trata de una manera de experimentar los sentimientos del otro a pesar de que puedan ser contradictorios o ajenos a los propios, sin que en ningún momento se confundan los sentimientos del terapeuta y paciente.